miércoles, 9 de abril de 2008

Cantata de los Derechos Humanos

Introducción

Ay, América morena
tan señora y tan humilde,
esta música nació
pulsándote las raíces
para decir libertad
con una vergüenza triste.

Ay, América morena
mazorca de días grises;
han desgranado a tu gente;
venero tus cicatrices;
hoy proclamo tus derechos
con guitarras y flautines.


Presentación de Caín

Abel fue pastor de ovejas
Caín, labrador de tierras.

Y miró Dios con agrado
al pastor y sus ofrendas.

Pero no miró propicio
el corazón de Caín
ni aceptó su sacrificio.

Muy enojado Caín
lleva saña en su semblante.

¿Por qué está triste tu rostro?
¿Por qué tu mirar turbaste?

Caín se va silencioso
caminando por sus mundos;
Caín, jinete de sangre,
cabalga senderos mudos.

Caín, Caín ¿dónde estás?
Hijo mío, ¿adónde vas?

Caín va tronchando rosas
y pájaros amarillos;
va con sus manos de sangre
manchando todos los ríos.

Está el pecado a la puerta
acechando como fiera...

Caín, Caín, ¿dónde estás?
Caín, Caín, ¿adónde vas?
Hay silencios escondidos
que gritan nombres de muerte.

Los ríos oscuramente
sangraban el firmamento.

¿Dónde?, pregunta el Señor,
¿dónde está tu hermano Abel?

Y le contesta Caín:
yo de mi hermano no sé...

Anduvo, Caín, anduvo
a la grupa de los tiempos.

Siniestro rumor de espadas
sacude todos los vientos.

Caín, Caín, ¿dónde estás?
Caín, Caín, ¿adónde vas?


Presentación de Abel

Las pequeñas piedras dicen a las montañas
el nombre de Abel, hijo de Adán;
y el trigo recuerda su inocencia
en blanca harina y pan de la mañana.

La paz en su frente
tenía una historia
de humilde grandeza.

Abel es el hombre
que trae su barro,
de Dios, de nobleza.

Imborrable destino
y justo derecho;
semilla y espiga
granada en su pecho.

Abel es pan en todas las mesas;
es libertad de pájaros cantores,
es canto permanente.

No abrigan violencia
ni aceros de guerra
sus manos de hombre.

Abel es hermano
de toda justicia
y Amor es su nombre.

Imborrable destino
y justo derecho,
semilla y espiga
granada en su pecho.

Me gustan las flores, dice Abel,
las que florecen en todos los caminos,
pequeñas flores sin destino.

Me gustan las simples cosas de siempre:
los días y las noches que nacen y se mueren.

Me encantan, dice Abel,
los pequeños gestos humanos:
el hombre y la mujer tomados de la mano;
el niño y la niña, y la mañana
y el sol que se cuela en mi ventana.

Me gusta la paz de los salmos,
las antiguas canciones de los hombres,
las tiernas oraciones, el trabajo,
y aquellas ocasiones de fiesta.

Me gustan los desiertos y la selva,
las playas soleadas, las fuertes marejadas y la altura,
y me gusta esta fuerte nervadura de la vida,
el campo, las ciudades, las moradas compartidas
y la gente,
sus dolores y alegrías, su palabra
y la lucha sostenida codo a codo
por un mundo más humano para todos.


Conflicto

Pero vino Caín y fue de noche.
Cual fiera se lanzó contra su hermano.
Prefirieron los hombres el dinero
a la paz fraternal entre los pueblos.

Yahvé dijo a Caín:
«¿Dónde está tu hermano Abel?»
y él respondió: «No lo sé
¿soy acaso el encargado de mi hermano?»
Entonces Yahvé le dijo: «¿qué has hecho?
La voz de la sangre de tu hermano
grita desde la tierra hasta Mí».

Pero vino Caín y fue de noche.
Camina el hombre errante y vagabundo.
Prefirieron los hombres la violencia
y de Dios empañaron la presencia.

Y va gimiendo el indio y horadando
la tierra americana bajo el yugo;
y van dejando al pobre, marginado
de todo cuanto antaño fuera suyo.

La Ley se ha prosternado ante el más fuerte;
se llenan las prisiones de hombres libres;
y dejan que se quede en la ignorancia
el vástago del pobre y del humilde.

Pero vino Caín y fue de noche.
Cual fiera se lanzó contra su hermano.
Prefirieron los hombres la violencia
y de Dios empañaron la presencia.


Desenlace

Creo que detrás de la bruma
el sol espera.

Creo que en esta noche oscura
duermen estrellas.

Creo en los ocultos volcanes
sin ver sus fuegos.
Creo que esta nave perdida
llega a su puerto.

No me robarán la esperanza,
no me la romperán;
vengan a cantarla conmigo,
vengan a cantar.

Creo en el hombre razonable
y no en la fuerza,
pienso que la paz es simiente
bajo la tierra.

Creo en la nobleza del hombre
de Dios imagen
y en la voluntad
de los hombres que se levantan.

No me robarán la esperanza,
no me la romperán.
El árbol que han herido
pronto renacerá.


Salmo 71. Glosa

He aquí que despierta de la muerte
el justo Abel, mi siervo Jesucristo.

Miradlo cómo viene sin violencia
el que juzga a los pueblos con justicia.

Que traigan los montes su paz llena
y las colinas canten su justicia.

Que Él defienda a los humildes del pueblo
y socorra a los hijos de los pobres.

Que Él quebrante al malvado explotador;
que permanezca tanto como el sol,
como la luna de edad en edad.
Que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

En sus días brotará la justicia
y la paz, hasta que falte la luna.

Él librará a su pueblo que clamaba,
al que sufre sin tener protector.

Tendrá piedad del pobre y humillado,
su vida librará de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que se alabe su nombre para siempre,
que su fama perdure como el sol,
que Él sea bendición de todo el pueblo.


Coro final

Una ciudad yo quisiera
construida en libertad,
un mundo ancho y abierto
donde podamos amar.

Quiero fundir las espadas
para forjar azadones;
y transformar en campanas
las lanzas y los cañones.

Quiero una patria sin miedo,
un hombre de frente en alto;
quiero que rija el derecho
y el pueblo sea escuchado.

Quiero cumplir la tarea
de ser hombre americano:
ir derribando barreras
haciendo pueblos de hermanos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Una gran obra que nos ayuda a acercar al cristianismo a la contingencia en la que nos desenvolvemos en el mundo. Gracias por la poesía, la coherencia y también la musicalidad del grupo Ortiga.